La pobreza habita muchas veces en la sociedad de manera silenciosa, es una realidad que se oculta, se niega e incluso se cuestiona ante la dificultad de medir su impacto o situarla en el espacio. Hablar de pobreza, a menudo, parece tabú. La sociedad no ve ni quiere ver. Aunque no la queramos ver, la pobreza está.
Todos los indicadores muestran que uno de cada tres niños en España se encuentra en riesgo de pobreza.
Tenemos impregnados en la retina imágenes de las hambrunas de África o la pobreza en los países del tercer mundo de América Latina o Asia. Sin embargo, la realidad es que la pobreza en las económicas desarrolladas es algo más difícil de medir y de ver.
La pobreza no es sólo pasar hambre en sentido estricto. Ser pobre es algo que va más allá de unos ingresos, tiene muchas caras, muchos matices: es pasar hambre, pero también comer poco y mal. Es no tener un techo en el que resguardarte o que puedan quitártelo sin apenas preaviso. Ser pobre es estar enfermo y no poder pagar un tratamiento médico. Es comprar unas gafas a tu hijo y no llegar a fin de mes. Ser pobre es no tener libros de texto. Es no tener empleo, o tener dos mal remunerados. La pobreza es tener que luchar cada día para vivir dignamente, es impotencia, no tener voz, o que ésta valga menos. La pobreza es cuando otros deciden por ti, es no poder elegir, vivir en la inseguridad permanente. La pobreza habita muchas veces en la sociedad de manera silenciosa, es una realidad que se oculta, se niega e incluso se cuestiona ante la dificultad de medir su impacto o situarla en el espacio. Hablar de pobreza, a menudo, parece tabú. La sociedad no ve ni quiere ver.
Por lo tanto, para retratar la pobreza en España no alcanza con mirar solo si el ingreso que tiene una familia o una persona se encuentra por debajo de lo considerado umbral de pobreza, sino que es necesario mirar un conjunto de aspectos de la vida que junto con el ingreso muestren si una familia está en riesgo de pobreza o exclusión social. De ahí surge la idea del cuarto mundo, es decir población que vive en condición de desprotección, marginación o riesgo social en áreas pertenecientes al primer mundo, conviviendo ambos de manera conjunta sin que uno perciba necesariamente al otro, e incrementando las desigualdades.
En España, no deja de crecer el número de familias vulnerables y la infancia es la que sufre con mayor virulencia estas circunstancias. Debido principalmente a la crisis económica de los últimos años la pobreza o riesgo de pobreza, como se denomina comúnmente, ha crecido. Actualmente, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) el riesgo de pobreza o exclusión social1 en España asciende a 28,6% (En 2008 era de 23.8%). Siendo mucho mayor para la población de menores de 16 años donde el riesgo de pobreza o exclusión social ascienda a 33,4% de la población. El 16% de los niños vive en hogares con ingresos inferiores a 9.000 euros al año para toda la familia (formada por 2 adultos y 2 hijos). En sólo un año, de 2014 a 2015, el número de niños en esta situación de pobreza severa aumentó en 80.000, llegando a 1.388.474 niños.
Aunque no la queramos ver, la pobreza está. Todos los indicadores muestran que uno de cada tres niños en España -y también en Europa- se encuentra en riesgo de pobreza. Unas cifras muy contundentes, pero lamentablemente incapaces de poner rostro a esta situación. Hogares con dificultades para hacer frente a gastos imprevistos, con retrasos en el pago de recibos de vivienda, que no pueden mantener los hogares a una temperatura adecuada durante los meses de frío o que no pueden garantizar una alimentación adecuada a sus hijos.
En este contexto, la sensación de que estamos saliendo de la crisis se transforma en un espejismo. Pese a la mejora de ciertos indicadores macroeconómicos, los hogares españoles siguen perdiendo capacidad adquisitiva y los pobres son cada vez más pobres.
*Esta serie fotográfica ha sido realizada para Save The Children.